A diferencia de su tío, Gia Coppola no se enfoca en megaproducciones, sino más bien en mundos íntimos, trágicos o románticos. Este año regresa con una película de menos de 90 minutos que nos cuenta la historia de una showgirl que, tras más de treinta años bailando en el Razzle Dazzle, se ve obligada a buscar un nuevo propósito en su vida cuando se entera de que la producción cierra el espectáculo.
Shelley, interpretada por Pamela Anderson, vive por y para el Razzle Dazzle. Su único objetivo es bailar en el espectáculo. Desde el comienzo del filme, Coppola nos hace entender de manera sutil las relaciones entre los personajes sin forzar explicaciones sobre sus pasados. Da vida a ese mundo de forma tan realista que parece que los personajes ya existían antes de que se encendieran las luces del proyector.



Shelley tiene una hija, Hannah, que la llama por su nombre de pila y que, debido al abandono de su madre, ha tenido que irse a vivir con otra familia. Hannah, ahora con 22 años, es estudiante. A través de sus interacciones, percibimos un pasado cargado de peleas y acusaciones, pero también una aparente reconciliación. Por otro lado, las amigas y compañeras de trabajo de Shelley, Jodie y Mary-Ann (interpretadas por Kiernan Shipka y Brenda Song), tienen una visión completamente distinta del Razzle Dazzle. Siendo más jóvenes, trabajan allí para ganar dinero y no lo tienen idealizado como Shelley. Ella, en cambio, ve el espectáculo como un pilar de las artes escénicas, un mundo por el que lo sacrificó todo: marido, hija, cualquier vínculo que la atara a una vida fuera de ese escenario. Para Shelley, no existe ni podrá existir un espectáculo más digno, sofisticado o ejemplar.
Lamentablemente, los años no han sido amables con el Razzle Dazzle, y las funciones llegan a su fin. ¿Qué hará Shelley, cuya vida siempre giró en torno a su trabajo? El despiadado mundo del espectáculo pronto le hace comprender que es demasiado mayor para conseguir empleo en otro show. Tendrá que aceptar pasar página.
Redención, una bailarina en el ocaso de su carrera, un nuevo comienzo. Un solo visionado basta para captar todos los temas y mensajes que ofrece la película. Si bien no es original en el sentido de que no es una historia nunca antes contada, ni un universo desconocido para los aficionados al cine, Gia Coppola dirige con pasión este filme íntimo, en el que da nueva vida a Pamela Anderson, quizá de forma intencionada, para un papel que le corresponde.


