’28 años después’: El simbolismo y la psicología de Garland se unen al caos y la energía de Boyle ofreciendo una dupla imprescindible

Danny Boyle vuelve a tomar las riendas de aquel proyecto que en 2002 ya supuso una revolución en la industria y en la moda de los zombies ofreciendo un nuevo enfoque para que su idea no se perdiera entre otras tantas del mismo género. Con ’28 años después’ demuestra el cariño con el que ’28 días después’ trajo a la vida y lleva la historia más allá donde la excentricidad es el late motiv.

Escrita por Alex Garland, dirigida por Danny Boyle y protagonizada por Jodie Comer, Aaron Taylor-Johnson, Ralph Fiennes y Alfie Williams, ’28 años después’ es un renacer que combina la realidad con la ficción llevando a sus personajes al límite y rozando varios géneros, pero posicionándose siempre en ese terror que la hace funcionar.

La película se sitúa 28 años después del brote inicial del virus de la rabia en una isla donde convive un grupo de supervivientes. Un puente solo accesible con marea baja conecta la comunidad con “el interior” donde habitan los seres infectados y donde se adentran dos de sus personajes a modo de expedición. Ellos, Jamie y Spike, padre e hijo, emprenden un valiente camino donde su relación se ve reforzada por la lucha por regresar vivos y donde sus esfuerzos por aprender a ser mejor y saber enseñar, respectivamente, refuerza una bonita química en pantalla.

’28 años después’ permite también un espacio al corazón. Lo irreal se aparta para que el amor de Spike por Isla, su madre, sea la mayor de las motivaciones y una fuerza imparable por conocer la verdad y llegar a encontrar una cura en una sociedad donde las enfermedades se han dado de lado dejando su destino al azar. Esa madre ofrece con desgarro y desaliento la clara visión de la soledad. Mientras unos se permiten disfrutar de una fiesta que les hace olvidar de lo que años atrás sucedió -la mejor vía de escape para una situación tan crucial-, ella habita en su cama con un dolor inaguantable que anula sus deseos de continuar.

Y es aquí cuando la obra de Boyle y Garland -porque actúan como dupla y no concibo que esta película sea solo de uno o de otro- se vuelve inquieta. Se vuelve emocionante. Se vuelve humana. Porque el gusto de ’28 años después’ no radica en sus infectados ni aquella nueva especie de Alfas indestructibles, que también, sino en cómo, a pesar de todo, todo el peso de la narrativa se vuelca en la esperanza de devolver a una madre y su hijo un futuro juntos. 

Tras la primera travesía realizada por padre e hijo, Spike se da cuenta de que un avistamiento a lo lejos puede ser la solución para su madre y decide, esta vez, tomar las riendas de la expedición olvidándose de su inexperiencia. Durante su camino, aparecen personajes que marcan la vida de los protagonistas y la propia película. Primero Erik, quien ayuda a la familia a continuar su viaje respaldándoles de las amanezcas del interior y quien ofrece un soplo de aire fresco para la trama llegando incluso a incluir situaciones cómicas. El Doctor Kelson, por su parte, es un superviviente que vive por y para la naturaleza normalizando todo riesgo al que se expone y prestando a la película un toque de misticismo que en ningún momento pidió, pero que merece la pena.

El simbolismo y la psicología de Garland se unen al caos y la energía de Boyle ofreciendo una dupla imprescindible cuyo ritmo frenético hace de la obra un espectáculo. ’28 años después’ es salvaje, loca y experimental donde el director utiliza un estilo de planos que hacen a la película aún más surrealista. Aunque, para caos, lo que debió ser la línea de tiempo de su programa de edición ya que, en los momentos más tensos, su montaje parece no tener ningún tipo de miramiento por la propia obra haciendo que la escena se salga de la órbita convencional que la propia película propone. Cabe recordar que ha sido rodada con múltiples iPhones 15 -y distintos accesorios que se adaptan a los teléfonos para obtener un mejor resultado- consiguiendo un aspecto distinto a lo que acostumbramos a ver dando a la imagen un aspecto por el que destacar.

’28 años despues’ es cine. Pero no es ese tipo de cine correcto hecho para ser entendido, sino para romper las leyes audiovisuales y hacer una de las locuras más grandes que haya creado Boyle exponiéndose, así, a que la recepción del público se encuentre dividida entre los que la viven de manera objetiva y los que se dejan llevar o procuran llegar al autoconvencimiento de querer entender una película así.