Por fin llega a la gran pantalla la última entrega de uno de los antihéroes que más cariño y diversión ha proporcionado al espectador en los últimos años.
Algo perfecto para poner el broche final a un personaje que entró con “miedo” y mucho agnosticismo en un mundo ya empezado, pero que no tenía pinta de estar vinculado del todo a él. Una historia llena de emociones y sentimientos positivos, ensalzando una relación de hermandad entre Venom y su “huésped”.
Creo que es la película que más humaniza a “algo” que no viene del Planeta Tierra. Salen a la luz muchas cualidades y aptitudes de un alienígena que sabe en todo momento que su final está cerca y que no puede traspasar esa sensación de malestar y agobio a su amigo, ya que aún tienen una última batalla que librar contra el ejército de Knull, el villano de esta trama que figura más como un ejecutor de acciones que como un villano en general. Su participación es escueta, pero deja una evidencia clara de la relación que va a tener con el universo Marvel en un futuro.



No es nada descabellado confirmar que puede que estemos ante la mejor de las tres películas de nuestro simbionte. Una trama que ya no es tan posicional y explicativa como las películas anteriores; se limita a proporcionar acción con efectos visuales muy potentes y con peleas con mucha continuidad.
En definitiva, todo es un proceso que está controlado a través de una sinergia entre dos personajes que Tom Hardy se encarga de hacer realidad. Destacando la interpretación de un Eddie Brock desgastado y cansado, superado por la vida en algunos momentos, pero que sigue con las mismas ganas de luchar por última vez, codo con codo, con su Protector Letal.


