Eva es una editora de libros, con un trabajo estable y pudiente, con una buena familia, un marido apuesto y una vida, en general, acomodada. Sin embargo, un día, por fin, entiende que su vida, en realidad, no es lo que ella quiere. Eva quiere, principalmente, volver a enamorarse.
La necesidad de concebir un nuevo amor, de abrazarlo y de sufrirlo a partes iguales es puramente humana. Un sentimiento complejo que proviene de un pensamiento irracional y que escapa de nuestra mente pues, si hiciéramos caso al cerebro en lugar de al corazón, como Eva durante buena parte de la obra, no cabría en nuestra cabeza la mínima aproximación a la idea de cambiar de vida. Aún así, Eva lo hace y se enfrenta a la multitud de complicaciones que supone el intento de volver a encontrar el amor a su edad.



Cesc Gay representa toda esta transición de forma paulatina, comenzando por el detonante del pensamiento, el desarrollo de la idea; la convicción frente a la duda, y por último, un final que busca enamorar no solo a Eva, sino al propio espectador. El único y gran problema de la película es que esta historia la hemos vivido mil veces y, por tanto, nada de lo que Gay propone termina por funcionar.
La idea del buscar pareja a los cuarenta es casi más propia de una comedia española que de un drama de autor y, por ello mismo, ‘Mi amiga Eva’ desentona tanto. Es como si la obra intentase avanzar recto hacia un objetivo pero se fuera distrayendo con elementos superfluos que no aportan nada a la película. Así, los golpes dramáticos no son excepcionalmente fuertes y no impactan, ni mucho menos, en aquellos quienes de verdad quieran disfrutar de la película. Lo mismo con los toques de comedia, que se quedan a medio gas y que, en realidad, no terminan de hacer gracia.
No es que ‘Mi amiga Eva’ sea una mala película; es que es un tanto innecesaria por su repetición temática, no solo comparándola con otras cintas, sino consigo misma (donde cada idea se repite una y otra vez hasta la extenuación); y que por su condición de comedia dramática, no encuentra un tono real al que aferrarse. Podría ser una feel-good movie de manual pero, a estas alturas, tampoco creo que llegue a ello.


