Lo primero que pensé al ver ‘FolleMente’ es que Paolo Genovese ha hecho su ‘Inside Out’… pero con whisky, sexo incómodo y pensamientos intrusivos de esos que te arruinan la cena. Es como si hubiera puesto sobre la mesa algo que ya sabíamos — que dentro de nuestra cabeza hay un caos constante—, pero en vez de suavizarlo con colores neón y personajes de Pixar, lo enciende con fuego y contradicciones adultas. Y sí, las voces de mi cabeza no están bien.
La premisa es tan absurda como real: ¿qué pasaría si esas voces que siempre nos acompañan tomaran cuerpo y nos acompañaran a todas partes? ¿Si alguien estuviera criticando cada decisión que tomamos? El superyó saboteador, la parte rebelde, la jefa que quiere controlar hasta la última coma, la que solo quiere ver el mundo arder… todas discutiendo entre ellas mientras tú solo intentas tener una cita sin quedar como un imbécil. Y claro, pensar una cosa y decir otra completamente distinta nunca había sido tan literal.
La película es un juego de espejos: cada voz es un personaje, y cada personaje es una versión exagerada de lo que somos. Las contradicciones, al final, somos nosotros mismos. Y aunque suene existencial, lo cierto es que Genovese lo convierte en una comedia que a ratos da ansiedad y a ratos ternura. Pero justo ahí está la gracia: te obliga a prestar atención, como si el montaje hubiera sido diseñado para nuestras cabezas hiperestimuladas de TikTok. Nunca te deja relajarte, nunca te da un respiro. Y a la vez, consigue que ese caos sea divertido.



Lo mejor: tiene vibras de obra de teatro total. Tiene tres escenarios claves, con pocos personajes y una puesta en escena que se sostiene en los diálogos. Un terreno que Genovese domina: estereotipos bien medidos, mujeres reales que piensan, preguntan y critican, y hombres inútiles que quedan a medio camino entre patéticos y adorables. Y sí, las discusiones entre ellas son mucho más divertidas que lo que aportan ellos.
Hay frases que definen toda la experiencia: “No sé por qué estoy diciendo estas cosas”. Y es que el amor, por ejemplo, nos vuelve estúpidos. Nos hace obedecer a las voces equivocadas. Nos hace querer sentarnos en sofás de extraños, buscar aprobación, sabotearnos. Pero también hay otra verdad: esas voces, esas personitas interiores, celebran nuestros éxitos. Incluso cuando nos sabotean, al final se alegran de que lo logremos. Cosas tan simples como no encontrar una palabra se convierten en un sketch surrealista: ves a tus “yo” interiores revolviendo cajones y cajones sin éxito, hasta que alguien suelta la palabra equivocada en voz alta.
El resultado es una historia de autoestima, disfrazada de comedia coral con tintes filosóficos. Una película que no es tan amable como parece al inicio, que juega con lo absurdo para hablar de lo íntimo. ‘FolleMente’ no te enseña a callar esas voces. Te enseña a escucharlas todas, incluso a las que no quieres. Y a entender que uno mismo no es la voz que más grita, sino la suma de todas.


