Mike Leigh, ganador de la Palma de Oro (con ‘Secret & Lies’ en 1996) y del León de Oro (con ‘Vera Drake’ en 2004) compite por primera vez por la Concha de Oro del Festival de San Sebastián. En esta ocasión presenta Hard truths, un drama ultrapesimista con Marianne Jean-Baptiste como protagonista absoluta.
Cuando comienza ‘Hard truths’ uno siente la necesidad irreversible de reírse a carcajadas (de hecho, así lo ha transmitido la propia sala donde ha sido proyectada), pues Pansy (Jean-Baptiste) es un personaje, cuanto menos, pintoresco. Pansy es una ama de casa arisca, especialmente desagradable con su familia, con los trabajadores de cara al público, con sus doctores y, en realidad, con todo el mundo. Cualquiera podría decir que está “amargada”, pero dentro de esa amargura cabe un lugar para la comedia.
El guion de Leigh es brillantísimo, comenzando por una comedia pura y dura en la que es inevitable reírse. La forma de ser de Pansy es prácticamente una parodia de sí misma, algo desmesurado y exageradísimo. Sin embargo, lo que ‘Hard Truths’ esconde a las mil maravillas es un mensaje especialmente desolador. Pansy no es una mala persona. Tampoco es una amargada. Pansy lo que está es exhausta; y no me refiero a cansada físicamente, me refiero a exhausta de una vida que la ahoga y la estrangula hasta que ni siquiera deja que la mujer pueda pedir socorro.


El camino hacia la mente de Pansy es capaz de derrumbarte y, acompañado de una actuación espléndida de Jean-Baptiste, deja clara la posición de su director respecto a la salud mental de todos los ciudadanos del presente. Para Leigh los que poblamos este mundo no somos simples vecinos, somos supervivientes. Todos y cada uno de los personajes de la obra están tremendamente tristes. Simplemente, cada uno es capaz de llevarlo a su terreno y afrontar la dura realidad que les despoja de todo aquello que les hace felices de una forma diferente.
Pansy es solo una persona más de este mundo, donde todos nos hemos convertido en seres fríos que deambulamos con el único objetivo de conseguir que el tiempo avance más rápido y de la forma menos dolorosa posible. Todos tenemos problemas físicos, hemos llorado la muerte de algún familiar, conocemos a amigos con dificultades económicas o cualquiera que sea el problema que tengamos. Esa es la clave, todos estamos igual de jodidos. Algunos pueden reírse de sí mismos, otros pueden ignorar sus problemas hasta que supongan un obstáculo mayor y otros no son capaces de afrontarlo de una forma mínimamente esperanzadora.
‘Hard truths’ tiene un final abrupto, tal y como es el final de la vida. Un final al que todos estamos abocados, al que avanzamos de forma imparable como si de un tobogán se tratase. Un final al que llegaremos en algún momento de forma abrupta, instantánea y sin tiempo para mirar hacia atrás y tratar de corregir lo que nos llevó hasta ahí. Leigh solo tiene una cosa que decirnos: vivid.