Es especialmente complicada de adaptar la obra ‘Matate, amor’ (que no “mátate”) de la novelista argentina Ariana Harwicz. Un libro dividido en decenas de pequeños capítulos que representan un momento especialmente concreto de la depresión postparto que sufre la protagonista, y de la que se habla de una forma particularmente profunda y dolorosa. El sufrimiento de Grace traspasa las líneas del papel para penetrar en la imaginación del lector y bajar lentamente por el cuello y el esófago hasta que remite en una brutal patada en el estómago. Ese era el reto mayúsculo al que se enfrentaba Lynne Ramsay al comienzo de su proyecto ‘Die, my love’, el de transmitir algo mínimamente comparable a las palabras de la escritora; pero el talento de la escocesa, tal y como nos tiene acostumbrados, no defrauda nunca.
Contaba la propia Jennifer Lawrence en San Sebastián que la novela llegó a ella a manos de Martin Scorsese y que, desde el primer momento, resonó con mucha fuerza en su haber. Es así como la actriz se lanzó no solo a protagonizar el proyecto de adaptación al cine, sino a formar parte de la producción ejecutiva de la misma, asumiendo los riesgos que ello conlleva.


En ‘Die, my love’, la puesta escena que aplica Ramsay es abstracta, confusa, pero es que, precisamente, se encuentra bajo el yugo que le impone la percepción que tiene de la realidad su protagonista. El personaje de Lawrence siente que, en cualquier momento, su descenso a una locura cada vez más tangible acabará, de un modo u otro, de la peor manera. Las ganas de arrebatarle la vida a sus seres queridos, de arrebatársela a sí misma o de cometer cualquier imprudencia que se encuentre en un término medio se convierten en un leitmotivque incomoda a un espectador que permanece constantemente en la tensión que sufre aquel que no sabe cuál será el siguiente paso.
En ese sentido, ‘Die, my love’ funciona perfectamente. Ahoga como pocas películas consiguen ahogar (al menos en la cinematografía de este año). Sin embargo, la poca precisión temporal que ofrecen tanto las escenas como los propios personajes, y sustracción de elementos fundamentales de la narración, acaban, por momentos, convirtiendo la obra en algo tan abstracto que es fácil perderse en sus caminos. Si bien ‘Die, my love’, arrebata alientos, también es demandante en un nivel, tal vez, demasiado complejo como para poder transmitir el mensaje que busca lanzar. Y eso, inevitablemente, acaba jugando en su contra.