Tres años han transcurrido desde el estreno de ‘Voy a pasármelo bien’. En esencia, ‘Voy a pasármelo bien’ era un musical con música original de los Hombres G. Una película familiar, divertida y con una historia de amor infantil entre niños que sueñan con ser cineastas o novelistas. Y es que la única pretensión que uno tiene cuando acude a ver su secuela, ‘Voy a pasármelo mejor’, es mantener ese cosquilleo que ofrece su predecesora, el salir del cine cantando y sonriendo y, sin embargo, la impresión es que era imposible pasárselo mejor.
‘Voy a pasármelo bien’ conseguía algo que parece relativamente sencillo: hacer que el espectador lo pase bien. Sin demasiadas pretensiones, sin ser perfectaen sus formas fílmicas, esta primera película hace reír, hace cantar y, sobre todo, transmite una sensación de vivacidad que cala no solo en la mente sino en el espíritu de cada una de las personas que la ven. Sus personajes no solo son creíbles, sino que son reales. Los Pitus son un grupo de amigos normal, uno de los que podríamos haber tenido cualquiera de nosotros, que disfrutan de cada segundo juntos ya fuera cantando, jugando, bailando o, simplemente hablando de sus amoríos. Tristemente, toda esta esencia se pierde en ‘Voy a pasármelo mejor’.



El primer elemento chocante es la inexistencia absoluta del grupo Hombres G, no solo por no escuchar sus canciones en las voces de los Pitus, sino porque esa conversación recurrente sobre la banda en su precuela (recordemos los “no son pijos”) ni si quiera se menciona por encima. Ni un “¿Ya no te gustan los Hombres G?” que hubiera justificado el cambio de rumbo acústico.
Pero el problema va más allá. Los personajes se sienten guionizados, ya no forman conversaciones y dinámicas reales sino que, ahora, se entraman en aventuras rocambolescas con las que uno es incapaz de sentirse representado. Toda esa conexión con la que ya partía la premisa se pierde de golpe con el afán de introducir acción, aventura y personajes más “graciosos” y estereotípicos. Esta es una decisión arriesgada, pues se sacrifica la veracidad de la propuesta en pos de lograr un mayor divertimento pero, sin duda, no termina de funcionar.



‘Voy a pasármelo bien’ ya era una comedia musical familiar, un producto para todos los públicos. No es necesario eliminar las escenas de los personajes en su vida adulta que, de nuevo, forjaban una férrea conexión con el espectador. Es imposible querer a un personaje (incluso si este aparece en otras épocas o formas) si solo lo ves cinco minutos. Y no hablemos de la relación niño-monitora que, como mínimo, parece caminar sobre una fila línea que no se debería cruzar.
‘Voy a pasármelo mejor’ será, seguramente, un éxito en taquilla. No por su originalidad ni por su trascendencia cinematográfica, sino por un efecto llamada de un público que buscará algo similar a ‘Voy a pasármelo bien’ y que, finalmente, encontrará un producto comercial que parece haber sido confeccionado en despacho; una historia cerrada que vuelve abrirse de forma innecesaria buscando que la taquilla vuelva a tratarla bien.


