En 1934 Richard Rodgers y Lorentz Hart compusieron y escribieron Blue Moon, hit interpretado posteriormente por artistas de la talla de Frank Sinatra, Elvis Presley o Ella Fitzgerald. Tras veinticinco años de pareja creativa, y adicciones de Hart de por medio, decidieron separar sus caminos y fue Rodgers el que triunfó vastamente en el campo del teatro musical. Es por ello que sorprende que Richard Linklater haya decidido hacer una película sobre Hart, el olvidado y relegado a un rol secundario, más aún cuando la otra película del director de este año se dedica a retratar el rodaje de ‘Al final de la escapada’ de Jean-Luc Godard, estrella absoluta del cine de su época.
‘Blue Moon’ es todo lo contrario a un biopic. Por eso mismo, se podría afirmar que es todo lo que un biopic debería ser. En lugar de escenificar la vida de Lorentz Hart al completo, ‘Blue Moon’ se desarrolla en una única noche, la del estreno triunfal del musical ‘Oklahoma!’ de su colega Rodgers y, en una especie de monólogo constante e infinito, Hart nos habla de sus penas, sus inquietudes, sus alegrías y su carrera.



Ethan Hawke interpreta al letrista ya fallecido de una forma tan espléndida que pareciera que es el propio Hart el que nos habla de sus penurias. Rodeado de celebridades del momento, atendemos a la humanización del mito. En ‘Blue Moon’ observamos a un hombre derruido, consumido por el desamor, la envidia y el fracaso pero, a su vez, buena persona, con ganas de comerse el mundo y de triunfar, al menos, una última vez.
La magia de la película reside, precisamente, en el desarrollo humano. Todos somos un poco Lorentz Hart, desamparados y fracasados, enamorados de una persona que nos quiere, “pero no de esa forma” y celosos del éxito de un mejor amigo que escogió desarrollar su camino con otra persona y a la que, tristemente, le va mejor que a nosotros.



En menos de dos horas Linklater consigue que seamos amigos y confidentes de una leyenda, que conozcamos todos los recovecos de su mente y alma y, casi por consecuencia, todos los pasajes importantes de su vida. Rodeado de estrellas de Hollywood (Margaret Qualley, Andrew Scott…) Hawke brilla tanto que podría ser no solo la mejor interpretación del año, sino de, al menos, esta década. Y todo, claro, gracias a la escritura y dirección de Kaplow y Linklater. En definitiva, un pequeño, minúsculo, acto de amor por el arte y el cine. Una obra que no deberíamos dejar pasar.

