El Festival de San Sebastián parece tener un gusto macabro por las películas sobre la muerte y las enfermedades terminales. Este año, una cantidad considerable de filmes ha tratado este tema como eje central: ‘La habitación de al lado’, ‘Los destellos’, ‘My Eternal Summer’, ‘Bound in Heaven’, ‘Le Dernier Souffle’, y otros más cuya enumeración sería demasiado extensa.
Después de tantas proyecciones sobre el mismo tema, podríamos creer que nos hemos vuelto inmunes, pero John Crowley consigue, al contrario, tocar la fibra sensible y conmovernos con su drama amoroso. Florence Pugh y Andrew Garfield protagonizan esta película, y ambos ofrecen actuaciones profundamente conmovedoras. Si bien es cierto que, dada la reputación de los actores, la película adopta un aire hollywoodense, el director emplea una técnica inusual para narrarnos su historia.
De hecho, la trama no sigue una estructura narrativa clásica. En lugar de ello, asistimos a una serie de saltos temporales que parecen formar un collage de recuerdos, los cuales acaban construyendo el relato. Al principio, los hechos resultan confusos y el espectador tarda en identificar a qué línea temporal pertenece cada peinado de Florence. Pero una vez situados, el drama comienza a cumplir su cometido.



Lo más original de la película quizá sea el nombre del personaje de Florence (Almut). Por lo demás, nada fuera de lo común: chico conoce a chica, ella se enferma, siguen amándose, tienen un desacuerdo, él la apoya y… ya habrán adivinado el final. Sin embargo, no lo revelaremos para evitar spoilers.
La carga emocional se aligera gracias a las bromas entre Almut y Tobias, quienes enfrentan las catástrofes que la vida les presenta con humor. Este toque es lo que hace soportable el dramatismo de la película.
Lo que hace que funcione es precisamente ese toque hollywoodense: los actores, y el hecho de que la película no busca sorprender, sino conmover; simplemente quiere contar una historia. Y a veces, eso es todo lo que necesitamos: una película que, aunque triste, reconforta, que nos permite amar a los personajes y sumergirnos en su intimidad con total comodidad.


