Como espectadores a veces nos sobrepasa la imagen bélica. Estamos acostumbrados a vivir la guerra desde el punto de vista de los que la sufren en primera persona, físicamente, con heridas y sangre. Sin embargo, los que se quedan lejos del frente no son menos víctimas del conflicto. Estas personas, en su mayoría mujeres y niños, también sufren de forma física los efectos de la guerra. El hambre, la sed, la desesperación y la desesperanza afectan a todos y todas.
En ‘Vermiglio’, Maura Delpero nos cuenta su visión del conflicto desde la mente de una de estas mujeres. Una de las que se quedan en casa, rezando, limpiando y cocinando para los mayores y que, de pronto, ve un rayo de luz cuando aparece un desertor en su pueblo, es decir, un compatriota que ha perdido todo su honor, que es visto por su gente como un cobarde y que lo único que busca es la tranquilidad que su patria no le ha podido otorgar desde hace meses. Ambos, mujer y desertor, se conforman con lo mínimo, pues lo mínimo no deja de ser infinitamente mejor que sus propias circunstancias.



La delicadeza de la realizadora italiana a la hora de retratar mediante las miradas y los susurros esa esperanza materializada en un cuerpo errante es simplemente brillante. Cuando uno observa la cara del huido no puede más que imaginar el trasfondo de un personaje que, sin decir prácticamente palabra alguna, transmite todo lo que debe transmitir su figura.
Tal vez su romance se siente poco orgánico pero, en realidad, ¿acaso hay hecho alguno que pueda tomarse como orgánico en tiempos de guerra? Todo es forzado y casi irracional. Nos juntamos porque sí, al igual que dos países entran en una disputa armada, sin pensar demasiado en las consecuencias y sin divisar lo que supondrá para el futuro de los que viven en ellos.
‘Vermiglio’ es una fantástica obra sobre la emoción y la esperanza repentina. Sobre lo que llega sin avisar y, por tanto, tendrá un destino similar. Y, por supuesto, sobre las consecuencias de unos conflictos que, sin ser mínimamente relevantes para gran parte de la población, acaban arramplando con todo.


