Después de destruir las almas de los espectadores con devastadores documentales como ‘The act of killing’ y ‘The look of silence’, Joshua Oppenheimer compite por la Concha de Oro con ‘The end’, una ficción musical sobre una familia que sobrevive al apocalipsis en una casa subterránea. En ella, Tilda Swinton, Michael Shannon, George MacKay y sus sirvientes forman una familia feliz, culta, rica y pretenciosa. Su tranquilidad se verá alterada cuando aparece un nuevo personaje que no solo remueve lo observable (pues ellos mismos no eran conscientes de la existencia de otros supervivientes), sino que también altera la paz interior de los mismos al plantear dilemas a los que jamás habían tenido la necesidad de enfrentarse.
Con esta premisa uno podría esperar un producto de una calidad excelsa a todos los niveles pero, cuando se ha proyectado el producto final la sensación ha sido bastante distinta. ‘The end’ se queda corta en casi todos sus aspectos. Si bien el dilema moral de enfrentar en diferentes conversaciones a una persona que proviene de un contexto social opuesto a las creencias y capacidades económicas de la familia es un pretexto interesante, la forma en la que está escrito el guion acaba tirando por tierra la originalidad de su propuesta. Los diálogos y las propias acciones de los personajes son, como mínimo, aburridas, más aún si recordamos que la obra tiene una duración de dos horas y media que transcurren lentamente sin escapatoria alguna. Además, sus intentos de profundizar en la cuestión de clase se acaban desviando por sus afluentes, convirtiendo lo que podría ser una tremenda disertación sobre la lucha obrera y la absorción capitalista de todo lo material (y también de lo inmaterial) en algo insustancial y, en ocasiones, casi desesperante.



A nivel de dirección tampoco representa algo novedoso ni interesante. Si bien la idea de rodar una película en interiores y en un decorado repleto de túneles y canales subterráneos es original, los números musicales que deberían funcionar como un descanso de los densos e insustanciales diálogos están filmados de una forma tan terrenal que acaban provocando más pereza que otra cosa. En general tiene buenas ideas, pero acaba por resolverlas de forma que no terminan de cuadrar con las expectativas. Sin embargo, los trabajos de interpretación representan una buena razón para continuar con el visionado de la película, y no porque salven el trabajo final, pues sus diálogos son infantiles e incluso irrisorios, sino porque observar como unos profesionales con tanto talento se entregan al máximo es, como mínimo, admirable.
‘The end’ no es una gran película. De hecho, tampoco me parece que sea una película entretenida o interesante en ningún sentido pero, lo que sí debo reconocer es que cuando uno lleva dos horas soportando las niñerías de sus protagonistas, acaba por cogerles un poco de cariño.


