‘The apprentice’: Directo a la yugular

Ataque directo a la yugular del nuevo presidente de los Estados Unidos el que realiza Ali Abbasi en ‘The apprentice’. Hablamos de una especie de biopic en el que se juntan la realidad confirmada con lo, presuntamente, cierto. En ‘The apprentice’, Sebastian Stan da vida a un Donald Trump que recorre su vida aprendiendo, aprovechándose y, más tarde, desechando al igualmente despiadado abogado Roy Cohn (un buen Jeremy Strong).

Abbasi recurre a una estética de celuloide propia de los años en los que se ambienta la propia obra. Sin embargo, toda la posible artificiosidad construida por el realizador queda completamente opacada por su discurso. En ‘The apprentice’ conocemos la “verdadera” cara de un joven e inexperto Trump, ese que necesita juntarse con los poderosos para poder avanzar, que aprende y que tiene una ambición de un tamaño tan estratosférico que solo es comparable al de su propio ego. La película avanza alrededor de esa, tan común en el cine norteamericano, obsesión con el poder y la perfección, transformando al cordero en demonio y a los demonios en víctimas.

‘The apprentice’ no termina de funcionar por una sencilla razón. Abbasi olvida todo lo que nos haya podido contar previamente en el momento en el que Trump se convierte en un monstruo. El personaje de Strong, igualmente deleznable, corrupto y extremadamente conservador se transforma en una especie de víctima del sistema, padeciendo de forma dura y victimizante una enfermedad de la que su propia ideología se burla.

Stan trabaja de forma correcta, pero el hecho de que el guion se enfoque tantísimo en que el golpe sea tan duro que no pueda levantarse consigue que su interpretación esté al límite de pasarse de vueltas. ‘The apprentice’ fue un rotundo fracaso en taquilla y es que aquellas personas que vanaglorien a figuras como las del presidente jamás cambiarán de opinión y lo tomarán como un ataque a su propia inteligencia. Por otro lado, aquellos quienes le detesten, jamás irían a ver una película sobre su vida, pues no necesitan que alguien les recuerde durante dos horas lo horrible que es votarle. En definitiva, la película no es un despropósito a nivel conceptual, de guion o visual (de hecho, tiene un propósito clarísimo), pero su mera existencia demuestra que Hollywood se ha visualizado tan cerca del borde del abismo que ya piensa en actuar a la desesperada.