Con otra película basada en un caso real, Icíar Bollaín nos entrega un drama que hiela la sangre. Su actriz lo proclama con fuerza en pantalla, 24 años después de los hechos: ‘Soy Nevenka’. Pero no fue fácil. No lo fue para Nevenka Fernández, ni para Mireia Oriol, y tampoco para Bollaín, al enfrentarse a la tarea de contar esta historia aterradora. La directora y el elenco lograron transmitir la verdad y la honestidad de una manera admirable. Con orgullo recomiendo esta película, aunque ha sido, sin duda, una de las más duras de ver en el festival hasta ahora, por la cruda realidad que representa.



En el año 2000, Nevenka Fernández asumió el cargo de concejala de Hacienda en el Ayuntamiento de Ponferrada, trabajando junto al alcalde Ismael Álvarez (interpretado por Urko Olazabal). Este último, casi de inmediato, comenzó a seducir a la joven Nevenka, hasta el punto de forzarla a una relación que ella misma dudaba querer iniciar. Cuando Nevenka decide poner fin a esta relación para centrarse únicamente en sus responsabilidades profesionales, Álvarez intensifica su acoso sexual, volviéndose cada vez más opresivo, hasta que Nevenka se ve incapaz de acudir al trabajo.
Los planos aberrantes, empleados para reflejar la incomodidad y el malestar de Nevenka, se vuelven cada vez más presentes a medida que avanza el filme, subrayando su deterioro emocional. La motivación y la joie de vivre de la joven desaparecen gradualmente, dejando en la pantalla a una mujer cuya alma ha sido completamente aniquilada por su acosador. Cada secuencia irradia la desesperación, la rabia y la impotencia de Nevenka, hasta que, como espectadores, sentimos la necesidad de gritar, golpear y luchar por ella. A la vez, nos invade una profunda vergüenza: la vergüenza de ser testigos de una situación así y no poder hacer nada para ayudarla.
El alcalde la acecha como a una presa, deshumanizándola y privándola de la posibilidad de pedir ayuda, dejándola completamente indefensa en Ponferrada. Para los ojos de los habitantes de la ciudad, ella fue responsable de su propia situación, pues «a mí no me acosan si no me dejo», afirma una manifestante durante el juicio entre Nevenka e Ismael. «Nevenka acosa a Ismael», se atreve a declarar el propio alcalde en el tribunal. Las frases más impactantes de la película, sin embargo, no fueron las pronunciadas, sino las que se comunicaron a través de miradas, de aquellos que lo vieron todo y guardaron silencio.
Resulta increíble pensar que, hace tan solo unos años, permitíamos que estos crímenes ocurrieran, que viéramos a mujeres perderlo todo, no por ambición, vanidad o provocación, sino simplemente por ser mujeres. Parece increíble, porque nos hemos acostumbrado a la ficción en el cine. Pero esto no es ficción. Es la realidad. Ella es Nevenka, esto es cine, e Icíar Bollaín ha contado una historia que urgía ser contada.


