Hace unos días pude ver ‘Sisu: Camino a la venganza’ y no quise escribir enseguida sobre ella porque salí del pase de prensa con la sensación de que era la película más gamberra, atrevida y salvaje que había visto en el último año. A lo mejor eran mis primeras impresiones, pero quería tomarme un tiempo para analizarla, pensarla, asumirla… ‘Sisu: Camino a la venganza’ me había dejado sin palabras porque no es aquella película emocionante que busca a toda costa llevarse un Premio Oscar. Se aferra a contar su historia de manera diferente a como lo contaría cualquier otro producto incapaz de arriesgar.
La película está dividida en diferentes capítulos siguiendo así ese camino del protagonista cuya nostalgia le hace tomar decisiones inimaginables. El primero de ellos cuenta cómo Aatami Korpi regresa a su antigua casa tras perder a su familia durante la Segunda Guerra Mundial, la desmonta y se la lleva a cuestas con la intención de construirla en un lugar seguro. El título jura venganza, pero su corazón reza paz.
Aatami se ve envuelto en situaciones límite de las que, en una balanza equilibrada entre el esfuerzo físico y mental, consigue salir airoso hasta toparse con otra, luego con otra y luego con otra. Porque, de la misma manera que nuestro protagonista no tiene descanso, el espectador tampoco. Los estímulos constantes que plagan ‘Sisi: Camino a la venganza’ conforman la parte más arriesgada de una pieza de esta calaña por el simple motivo que, si se nos muestra una escena de acción que se resuelve de una manera, queremos ver algo completamente distinto en la siguiente. Y, a pesar de que la cinta esté llena de esas escenas, la capacidad creativa de su guion y la gran calidad de su dirección hacen que no sintamos dos momentos de acción iguales y la emoción vaya continuamente a más hasta encontrarnos con un final inesperado.



Aatami no busca huir, busca reencontrarse con la libertad que un día le quitó el Ejército Rojo, cuyo comandante, autor de la muerte de su familia, planea terminar el trabajo acabando también con él. Pero cuantos más minutos transcurren en la película, más nos damos cuenta de la capacidad que tiene el protagonista de no ponerle fácil su misión con actos literalmente increíbles que, más que ponernos en duda de su credibilidad, nos hace disfrutar gracias al ingenio con el que son contados.
Aatami Korpi no lleva a cuestas una casa, lleva consigo un hogar. No quiere deshacerse de los tablones de madera que vieron crecer a sus hijos y arropó de humildad la familia que construyó con su mujer y se siente en deuda de darles un final digno. Y, como si de la nada los tablones cobraran vida, se vuelven uno junto con el protagonista para protegerse mutuamente.
Su final es imprevisible y, como merece, épico. De las muchas maneras que podría haber acabado la película, ‘Sisu: Camimo a la venganza’ hace justicia a Aatami y expone la resolución que “el hombre que se niega a morir” merece.


