‘Serpent’s path’: Kurosawa presenta este año el remake de una de sus propias películas.

‘Serpent’s Path’ (‘El camino de la serpiente’) es un recorrido turbulento que explora el ciclo de la violencia, evocando la imagen de la serpiente que se muerde la cola más que una que sigue un rumbo fijo. Esta estructura circular parece remitir al absurdo, una característica que Kurosawa podría haber utilizado para denunciar lo irracional de la condición humana. En este caso, lo hace a través de una vendetta interminable, en la que la necesidad de venganza no recae en quien inicialmente creemos.

La serpiente puede ser venenosa, reptando en silencio hasta que ataca para inyectar su veneno. Si la pisamos, se vengará, pero a veces espera pacientemente para ejecutar su plan. Así es como actúa Sayoko, con su «mirada de serpiente», mientras busca vengar la muerte de su hija. Sus intenciones permanecen ocultas hasta casi el final de la película, dejando al espectador preguntándose por qué decide ayudar a Albert en su propia vendetta.

Albert y Sayoko forman un dúo intrigante, carente de emociones humanas fácilmente interpretables. Albert busca venganza por su hija Marie, asesinada, mutilada y desfigurada, cuyo informe forense lee impasiblemente ante cada hombre que secuestra. Albert es totalmente ineficaz y casi cómico, actuando con una clara intención de venganza, pero sin estar realmente afectado por la muerte de su hija. Sayoko al contrario es manipuladora y lo ayuda en los secuestros, manteniendo en secreto sus motivos y retornando a su vida diaria sin manifestar emoción alguna. Además, traiciona a Albert a sus espaldas, negociando tratos secretos con los secuestrados y guiándolo por un camino desconocido.

Temas despreciables como el secuestro de niños y el tráfico de órganos son el núcleo de este filme de Kurosawa, pero ningún personaje parece verse afectado por la cercanía a estos hechos tan sórdidos. La trama adquiere otro sentido cuando se revela que la serpiente ha seguido a su presa hasta su guarida para finalmente saciarse. La hija de Sayoko también fue víctima de ese terrible tráfico de niños, y ella utiliza a Albert como un instrumento para consumar su venganza.

Algunos aspectos de la historia permanecen absurdos, pero no se necesita una explicación detallada. En la indiferencia y frivolidad de algunos personajes se esconde la respuesta a la pregunta del público: ¿cómo puede alguien cometer semejantes atrocidades? Y aquí está: no lo sabemos. Supera cualquier intento de explicación lógica. Por ello, Kurosawales arrebata a sus personajes la capacidad de pensar o sentir, volviéndolos absurdos, para mostrarnos que estas atrocidades son, en efecto, tan terribles que desafían la lógica, y, por tanto, son absurdas. No hay explicación posible.