En sus últimas películas el cineasta alemán Christian Petzold ha pasado de sus ya conocidos y manufacturados dramas casi comerciales a una serie de películas más pequeñas, concretas y sentimentales sobre familias disfuncionales. En ‘Mirrors N°3’ continúa por esta senda y alcanza, posiblemente, uno de sus mejores resultados en este sentido.
Pese a que ‘Mirrors N°3’ es diferente a esas otras películas grandilocuentes de época, es curioso observar cómo Petzold retoma su análisis psicológico sobre la pérdida y el reemplazo que ya estaba presente en ‘Phoenix’. Aquí, una familia acoge en su casa a una muchacha que acaba de sufrir un accidente de tráfico y acaba por resignificarse involuntariamente para esa madre traumada como un reemplazo de una persona anterior.



Es importantísima aquí la cotidianidad, la forma en la que Petzold nos habla de lo común, no solo en cuanto a su guion e historia, sino también en la propia imagen cinematográfica, donde son los detalles, a priori, normales los que marcan una sutil diferencia.
‘Mirrors N°3’ nos habla del duelo y de cómo cada cual lo sobrelleva como buenamente puede. Es por esto que la idea del reemplazo resulta llamativa, pues es una bonita forma de reflexionar acerca del dejar ir y de cómo al amarrarnos a una idea pasada lo único que podremos conseguir es devaluar nuestro propio presente. Su mensaje, profundo, bello aunque poco idílico es llave para entender las imperfecciones técnicas, aquellas que, en realidad no importan, y valorar a la obra final como una gran película.


