Una parte del mundo se encuentra en guerra. Aunque, gracias a nuestro privilegio, no presenciemos la masacre con nuestros propios ojos, debemos saber que se está provocando un genocidio a escasos 3.500 kilómetros de nosotros. Palestina y su gente sufren cada día las consecuencias de una situación que ellos no han elegido vivir. La injusticia se apodera de sus casas, de sus familias y de sus propias vidas. Mientras nuestros políticos se siguen planteando cómo ayudar, miles de personas mueren cada día en Gaza. ‘La voz de Hind’ así lo demuestra.
La película, ganadora del Gran Premio del Jurado en la última edición del Festival de Venecia, nos sitúa en el 29 de enero de 2024. Los voluntarios de la Media Luna Roja reciben una llamada de emergencia informándoles de que una niña de 6 años está atrapada en un coche bajo fuego en Gaza. Mientras la pequeña, llamada Hind Rajab, suplica ayuda, los voluntarios harán todo lo posible por intentar salvar su vida.
‘La voz de Hind’ nos demuestra el poder que tiene el arte, cuando está bien hecho, de denunciar los horrores provocados por el ser humano. Si se va a hablar de la guerra, que se haga sin tapujos. Dejemos los finales felices y demás ornamentos para las películas Disney y, por favor, abramos los ojos a la realidad.
Esta película nos invita a ponernos en el lugar del pueblo palestino durante 90 minutos de nuestra vida. Este ejercicio de empatía, que no pretende ser agradable, es sumamente potente. Para bien o para mal, tras ver ‘La voz de Hind’ sales de la sala de cine diferente a cómo entraste.



Tanto el trabajo actoral como técnico están llevados a cabo con el máximo respeto. La cámara se convierte en un personaje más, invitándonos a introducirnos en las oficinas de la Media Luna Roja. Agarrando la mano de los voluntarios, nos adentramos en sus dilemas, frustraciones y emociones. Aunque, lo que realmente diferencia a ‘La voz de Hind’ de otras películas del género es que escuchamos, en todo momento, las grabaciones de voz reales de Hind Rajab. Este elemento, que sitúa la película en un punto medio entre el documental y la ficción, es una bala directa a la conciencia colectiva.
El caso de Hind Rajab es solo un ejemplo de los cientos que podían haber escogido. Cada día suceden este tipo de atrocidades. Algunas de ellas salen en los medios no politizados que se atreven a mostrarlas, muchas otras jamás serán escuchadas. Y es que parece que nos preocupan más los likes que la verdad.
Si los medios no quieren educar en la actualidad, recordemos que siempre quedará el arte como herramienta de cambio. El cine tiene el poder de hacernos escapar de nuestros problemas, pero también de exhibirlos. Porque las imágenes son poderosas: generan cambio o al menos remueven la moral. Usemoslas con cabeza.
Id a ver ‘La voz de Hind’. Llevad a vuestros amigos, comentad sobre ella, abrid debate. Ya vale de mirar hacia otro lado. Palestina libre ya.


