‘La noche está marchándose ya’: Claroscuros en una filmoteca

Denunciar una situación social alarmante es un reto, como mínimo, complicado. Más aún si, como suele ser el caso, el país en el que produces la obra trata por todos los medios de eliminar la cultura y el arte, ese que sirve a la sociedad no solo como motor económico, sino como salvavidas de aquellos quienes precisen de una mano tendida. Ramiro Sonzini y Ezequiel Salinas presentan ‘La noche está marchándose ya’, su ópera prima, en la Seminci de Valladolid.

El sueño de todo cinéfilo es el de vivir en un cine, habitar cada espacio no solo de la sala en la que se proyectan las obras en una pantalla gigante, sino de sus esquinas y rincones más escondidos; salas de proyector, trastiendas, bares e incluso aseos, por supuesto, rincones repletos de cine. Pelu, protagonista de ‘La noche está marchándose ya’ cumple su tan ansiada fantasía, pero son los motivos que le obligan a ello lo que da un color a la obra que no posee su imagen.

Rodada en blanco y negro, Sonzini y Salinas retratan, precisamente, esa sociedad dual que se refleja en su claridad y oscuridad. Oscuridad en la que nos sumimos cuando aquellos que no aportan a nuestro bienestar se salen con la suya, destrozan vidas y futuros (siendo los cines lo primero en caer). Claridad, la de nosotros como personas; la de un pueblo que resistió todo lo que se le vino encima y que soportará chaparrones aún mayores que los acontecidos hasta ahora. 

Todos los personajes de ‘La noche está marchándose ya’ son perdedores, pues con un gobierno que, tras convencer a la misma población que ahora sufre, ataca sin pudor ni frenos, no es que haya mucho que ganar. El trabajador vuelve a casa de sus padres, la trabajadora debe hacerse un perfil en una plataforma de pseudoprostitución, los desempleados viven en la calle y hasta los empresarios acaban perdiendo sus negocios. Y aún así encontraremos un refugio. Una casa en nuestros amigos, en las canciones y, por supuesto, en el cine.