‘La Grazia’: Sorrentino construye una película que funciona, bien ejecutada y respaldada por un reparto sólido

Sorrentino no defrauda con su nueva película ‘La Grazia’, acompañado por su colaborador de larga trayectoria Toni Servillo, ganador del Volpi Cup por este papel. La sinopsis podría disuadir a algunos espectadores —un presidente en crisis moral ante la firma de una ley sobre la eutanasia—, así que lo primero que quiero aclarar es que la película es sorprendentemente ligera.

El director nos entrega una obra cómica, moderna y casi utópica. Volveré más adelante sobre lo cómico y lo moderno, pero quiero detenerme en ese aspecto “utópico”. El presidente Mariano de Santis es un hombre justo, querido por el pueblo italiano. Es una figura de poder que no abusa de su cargo y que vela sinceramente por el bien de su país, evaluando en silencio qué es justo y qué no.

De Santis es un gobernante idealizado que, lamentablemente, no existe —ni en Italia ni en el resto del mundo—. Como juez, está acostumbrado a casos complejos y no toma decisiones precipitadas: reflexiona en silencio, algo que su hija confunde al principio con cobardía. Evidentemente no quiero revelar el final de la película, así que no diré qué decisiones toma De Santis, pero puedo adelantar que uno sale del cine deseando que existieran más políticos como él (o al menos uno).

Además de ofrecer una gran reflexión moral, ‘La Grazia’ también hace Gracia. Volvemos a encontrarnos con personajes carismáticos, tan propios de Sorrentino, con personalidades entrañables que interactúan en un mundo plenamente moderno: el nuestro. El inicio de la película está acompañado por música electrónica vibrante, en un estilo que recuerda a ‘Challengers’, que se mantiene como un leitmotiv a lo largo de la trama; el presidente desarrolla una inesperada pasión por el rap italiano y un papa negro se retira de una conversación… ¡en scooter! Estas pinceladas modernas rompen el ritmo y el tono de manera positiva, evitando que la película se vuelva monótona. Con toques de humor bien dosificados, cada minuto hace que el espectador se encariñe más con el protagonista.

En conjunto, Sorrentino construye una película que funciona, bien ejecutada y respaldada por un reparto sólido. Quizás no alcance el nivel de algunas de sus obras anteriores, pero sin duda merece ser vista.