“Las mujeres no exploramos la furia, y también la llevamos dentro” Es el titular de la entrevista del Heraldo de Aragón a Gemma Blasco, la directora de ‘La furia’, y que encapsula a la perfección todo lo que es la película. La furia es el retrato de una represión sentimental constante porque, al igual que los hombres no lloran, las mujeres, no se enfadan.
Protagonizada por Ángela Cervantes, Gemma Blasco cuenta la historia de Álex, una joven actriz que, en una fiesta de Nochevieja, recibe una agresión sexual (una violación, que estamos acostumbrados a utilizar eufemismos para suavizar el contenido de las barbaries que vemos a diario) por parte de un chico al que no logra reconocer. A partir de aquí, su vida se convierte en una paranoia constante donde se mezcla el trauma, la inseguridad, la incerteza y, por supuesto, la furia.
Antes de nada, me gustaría comenzar remarcando el espectacular y entregadísimo trabajo de Ángela Cervantes, que regala un trabajo para la historia y por el que debería recibir un número incontable de premios. Si no es así a finales de esta temporada, será que el mundo ha dejado de funcionar como debería.
Gemma Blasco compone la película de varios valores fundamentales que van fortaleciendo el castillo inexpugnable en el que vive el personaje. Sin embargo, con cada paso adelante en la historia, los pilares sobre los que se sostienen estos valores van cayendo poco a poco, no porque sean inadecuados o negativos, sino porque no estaban preparados para el terremoto.



La familia, las amistades, las relaciones de pareja. Todo se ve sacudido de forma ineludible por el acto de un ser despreciable en una noche de juerga. Álex, como la gran mayoría de mujeres en todo el mundo, no es capaz de expresar su rabia pues, aunque la tenga dentro, no se ve con la capacidad ni con la potestad de hacer daño a alguien. No es así su hermano, hombre, quien desde muy pequeño ha aprendido que debe defender a las mujeres, más aún si son de su familia.
La única escapatoria de Álex es sacar todo su fuego interno mediante el arte, más concretamente el de la interpretación teatral. Los símbolos que construye Gemma Blasco tanto encima como fuera del escenario son arrolladores visualmente y trasladan al espectador a una especie de mundo onírico donde las emociones se multiplican tanto que uno es capaz de sentir lo que siente la protagonista. Para esto, el personaje de Ana Torrent, momentáneo pero fuerte, impactante y solemne, es crucial.
‘La furia’ es, posiblemente, una de las películas que mejor ha retratado las consecuencias de una violación. Probablemente sea porque su directora es mujer y, de alguna manera, observa el problema prácticamente en primera persona, siendo capaz de trasladar la cámara hasta el centro de la mente de Álex, pero también porque su cuerpo narrativo no se centra en las consecuencias visibles, sino en toda esa maquinaria que se pone a funcionar dentro de la mente cuando algo no va bien y que, en el caso de las mujeres, suele llevar a una represión emocional insufrible.


