Reconocidísima como intérprete, Kristen Stewart debutaba como cineasta la pasada edición del Festival de Cannes. Y es que ya hace dos años nos entregaba el videoclip/cortometraje ‘Boygenius: The film’, donde dejaba entrever un estilo único y, en cierto modo, refinado; pero no ha sido hasta el estreno de ‘La cronología del agua’ que hemos podido observar de lo que es verdaderamente capaz.
En ‘La cronología del agua’ se basa en el libro homónimo de Lidia Yuknavitch. Este resulta ser una autoficción donde la propia autora relata en primera persona los abusos sufridos por su padre y como, a raíz del trauma causado, derivó su vida hacia una especie de sendero sin final en el que diferentes desgracias de todo tipo iban sucediéndole.
Es por ello mismo que la directora decide recurrir a la imagen punitiva, esa que azota sin piedad ni pudor a la protagonista. Y en realidad, nada de ello resultaría negativo de no ser porque la película, en sí misma, no encuentra una temática real. Lo explícito y obvio de su trama acaban por jugarle una mala pasada.



Si bien Stewart consigue alcanzar ideas interesantes a nivel de estructura e imagen, la narración se concentra una especie de voz omnisciente en primera persona que desgrana cada plano de la obra. Como si el espectador no fuera capaz de entenderlo por sí solo. Si a ello le sumamos el sufrimiento extremo y, en muchas ocasiones, innecesario de Lidia nos encontramos con una obra final que enseña mucho pero cuenta poco.
El desarrollo del personaje principal es errático, a tropezones. De nuevo, es algo lícito, algo humano, pero es la idea freudiana de que todos los problemas de la existencia presente provienen del trauma infantil la que acaba por desmoronarlo todo.
‘La cronología del agua’ no es una gran película. Stewart encuentra una imagen y un tono propios, pero se siente más como un proyecto a desarrollar futuramente que como una obra precisa y rompedora. Como cineasta, Kristen Stewart mejorará seguro, igual que lo ha hecho como actriz, pero de momento es un no para mí.


