Costa-Gavras, a sus noventa y dos años, se adentra a destripar -sin tapujos pero sin una visión clara- un tema que lleva preocupando a la humanidad desde el inicio de los tiempos: la muerte.
‘El Último Suspiro’ narra la relación que se va forjando entre el médico de cuidados paliativos Augustin Masset y el escritor Fabrice Toussaint. El interés que la profesión de Masset despierta en Toussaint -y viceversa- hace florecer conversaciones y opiniones existencialistas que inevitablemente estimulan la conciencia del espectador.
Se trata de una película basada en el diálogo que se genera a través de los distintos encuentros que los protagonistas mantienen con pacientes terminales. Es, por tanto, un ensayo exhaustivo -y en momentos también bastante pretencioso- de cómo el ser humano se enfrenta a la muerte.



Aunque la película consigue atrapar al espectador en su comienzo gracias al gran trabajo actoral de Podalydès y Merad, quienes crean dos personajes entrañables e interesantes; la narrativa se va desinflando por el excesivo número de subhistorias que se introducen. Comprendo que cada paciente al que visitan tiene como objetivo mostrar una perspectiva distinta de cómo el ser humano se enfrenta a sus últimos días de vida, pero esto provoca que la estructura del filme sea cada vez más espiral, hasta que al final se convierte en un bucle del que se hace imposible salir. Y si a todo ello le sumamos el final abierto que propone el director, el espectador sale de la sala alentado pero confundido.
Personalmente, soy de los que no toleran que un director no confíe en su público y opte por sobre-explicar su trama, pero he de reconocer que tampoco me gusta cuando un cineasta disecciona un tema sin mojarse. Costa-Gavras, posiblemente influenciado por las dudas propias de su edad, comete este segundo error y concede a su público una gran caja de herramientas pero no les enseña a utilizar ninguna de ellas.
En resumen, ‘El Último Suspiro’ genera más dudas de las que resuelve, pero merece la pena darle una oportunidad por la calidad interpretativa de sus protagonistas y algunas de las reflexiones que propone. Ah, y por Ángela Molina, que, aunque aparece menos de diez minutos en pantalla, siempre es un gusto verle trabajar.


