‘El sendero azul’ (‘O Último Azul’): Envejecer está sobrevalorado

En nombre de la “recuperación económica”, el gobierno brasileño decide confinar a todas las personas mayores de ochenta años en colonias de aislamiento obligatorio. Pero Tereza tiene 77 cuando anuncian la reducción de edad, y de pronto se convierte en una fugitiva. Su única salida es escapar y cumplir su último deseo: subirse a un avión antes de que la encierren para siempre.

Lo que podría haber sido una distopía fría y deprimente se convierte en una historia de autodescubrimiento, sobre libertad, envejecer y rebeldía. Rodrigo de Oliveira firma una road movie distinta, protagonizada por una mujer mayor que se niega a asumir el papel de persona frágil o dependiente. Galardonada con el premio Sección Oficial del Jurado Joven en la SEMINCI, y me pregunté ¿por qué un premio joven para una película de ancianas? La respuesta está en su tono, porque al final del día es un coming of age más, solo que a los setenta y siete.

La historia avanza por episodios, como una serie de encuentros extraños entre el realismo mágico y la sátira social. Hay caracoles alucinógenos, apuestas en casinos con propiedades ajenas y situaciones tan absurdas que acaban siendo creíbles. Sin embargo, todo tiene un hilo común: la cabezonería de una mujer que se niega a aceptar el papel de víctima. “¿Para qué necesitas dinero?”, le preguntan a Tereza en un momento. Su respuesta es simple: “Voy a comprar libertad antes de que me manden a prisión”.

Denise Weinberg está fantástica. Su Tereza no inspira compasión, sino admiración: una mujer activa, contradictoria y vital, que redescubre la libertad mientras escucha las historias de otros. En el fondo, O Último Azul se parece más a ‘Nomadland’ que a una distopía al uso, solo que, con alma brasileña, humor, y una fe radical en la vida.

Profundamente brasileña y radicalmente optimista, incluso cuando muestra un país burocrático, desigual y absurdo. La película construye su propio lenguaje visual y espiritual: una mitología de agua, tierra y memoria que mezcla el delirio con la ternura. Una historia sobre seguir moviéndose, incluso cuando el sistema te quiere quieta. Me habría gustado un beso lésbico, pero bueno, nadie es perfecto.