‘El Jockey’: Un beso y una flor

Entras en la Sala 10 del Cine Príncipe de San Sebastián. Es la sexta película del día, la primera que ves de la sección Horizontes Latinos. Pantalla en negro, aparecen unos títulos de crédito que dan paso a la película. Se llama ‘El Jockey’, argentina, de Luis Ortega, con Nahuel Pérez Biscayart como protagonista y con Úrsula Corberó representando a España. Nunca sabes qué te espera cuando comienza una película de Luis Ortega, pero lo que, tal vez, nunca pensarías es que estás a punto de contemplar una de las mejores películas que vas a ver en mucho tiempo.

Así, exactamente, ha sido mi experiencia al ver ‘El Jockey’, una especie de comedia negra y absurdísima con elementos de thriller que narra la historia de Remo, un jinete dominado por un grupo de hombres que bien podrían pertenecer a la familia Corleone (con Daniel Giménez Cacho interpretando al Padrino, por supuesto) que, en un momento dado de la película, decide huir de aquellos quienes le mantienen preso.

Enmascarada como una simple comedia, una de las buenas además, ‘El Jockey’ llega mucho -muchísimo- más allá. Con una serie de chistes absurdos y, sobre todo, desternillantes, uno podría creerse que la película es inofensiva, absurda, como la naturaleza de muchos de sus propios gags. Sin embargo, ‘El Jockey’ es una película sobre la violencia. Un retrato durísimo de la situación actual de Argentina. De hecho, tal vez sea la única película que tenga sentido hacer en Argentina en estos momentos.

Remo, interpretado por un espléndido y monumental Nahuel Pérez Biscayart, que ya se confirmó hace mucho tiempo como uno de los mejores intérpretes de Latinoamérica (si no el mejor), es un jinete. Pero como todos y cada uno de nosotros, Remo es una persona complejísima, especial en la forma en la que todos somos especiales. Remo baila, bebe, corre, fuma, llora y huye. ¿Acaso no consiste la vida en eso mismo? ¿En vivir pudiendo ser la persona que uno desee?

Salgo enamorado de una sala de cine. Enamorado de todos y cada uno de los personajes de la película. Incluyendo Remo y, por supuesto, Dolores. Salgo enamorado de sus colores, de sus excentricidades, de su música, de sus chistes y, sobre todo, de la forma en la que Luis Ortega captura la vida. Creo que no se me va a olvidar esta película nunca.