Diego Lerman regresa a la competición oficial de San Sebastián con ‘El hombre que amaba a los platos voladores’, una comedia en la que Leonardo Sbaraglia interpreta de forma virtuosa al mediático reportero argentino José de Zer que, en los años ochenta, fue víctima de su propia paranoia y acercó el mundo de la ufología a las casas de todo un país.
Partiendo de la base de que estamos ante una comedia desternillante (carcajadas y ovación incluida del Kursaal al final de la película), ‘El hombre que amaba a los platos voladores’ es una película de terror. José de Zer, un personaje pintoresco, de esos que gusta ver como reportero pero que también disfrutamos como protagonista de una película, protagoniza un descenso a la locura digno del mismísimo Joker.



Lerman retrata al personaje como un ser particular, alguien que no cree en Dios pero sí en aquello que le pareció presenciar en un desierto años atrás cuando huía de la guerra. Todo ello funciona como una metáfora espléndida de cómo un personaje puede acabar engullendo sin piedad a la persona real, a esa mente fría que hay detrás de lo que se ve en la pantalla, que trata bien a las personas que le rodean y que lucha por realizar un periodismo de calidad.
En ‘El hombre que amaba los platos voladores’ observamos a una persona desquiciada, completamente absorta en el sensacionalismo y que acaba convencido de esas mentiras que él mismo generó. El periodismo barato, la telebasura y el consumismo depredador atrapan a toda una sociedad, incluyendo aquellos quienes saben que lo que están emitiendo no es fiel a la realidad.
La nueva película de Lerman es una joya oculta, una de esas películas a las que, tal vez, entras con prejuicios pero que con un final que desprende magia y esperanza y con un alma fuera de lo común puede ganarse los corazones tanto del jurado de Donosti como de los espectadores que la disfruten en su casa dentro de unas semanas.


