Cuando la necesidad imperiosa del suicidio supera a la del fervor de la vida, el diablo ha conseguido que te sumerjas en su baño. Al menos eso es lo que pensaban los pobladores de nuestro mundo hace varios siglos, más aún si eras mujer, pues los no-partos podrían considerarse, directamente, como posesiones demoniacas. En ‘El baño del diablo’, Veronika Franz y Severin Fiala vuelven a realizar un estudio humanista alrededor de la maternidad y de la posición que esta ocupa en nuestra sociedad que, tristemente y pese al paso de las décadas, no parece haber avanzado tanto como nosotros creíamos.
Los directores apadrinados por Ulrich Seidl se basan en la exhaustiva investigación de la historiadora estadounidense Kathy Stuart en la que se recogen unas 400 historias denominadas como “suicidios subrogados”. En estas prácticas, las personas que no podían soportar la existencia terrenal, huyendo del suicidio (pues este no da oportunidad de confesión y, por tanto, condena al alma a perecer para la eternidad) deciden cometer un asesinato para ser condenados a muerte previa confesión y penitencia católica. Así nace Agnes, el personaje interpretado por la cantante y, desde ahora, actriz Anja Plaschg.
‘El baño del diablo’ se alzó con la mayor parte de los grandes premios del Festival de Sitges (incluido el de Mejor Película) y, sin embargo, el terror no se infunde desde un plano fantástico o sobrenatural. El naturalismo histórico con el que se ruedan las imágenes, con un rigor estético que transforma lo plástico en algo prácticamente tangible consigue que la presión arterial de la trama se eleve hasta un nivel casi esotérico. Es precisamente ese naturalismo el que consigue que el espectador entre dentro de la historia, pudiendo prácticamente tocar, oler y sentir los elementos que se muestran en pantalla. La posibilidad del derrumbe emocional es, ahora mismo, más real que nunca.
El estudio antropológico y humanista que realizan los directores se une a la lista de películas de misma temática que ya habían estrenado previamente (‘Goodnight mommy’, ‘The lodge’), pero esta vez lo hace desde un plano mucho más sensorial, metafórico y, a su vez, tangible. La luz natural combina a la perfección con los planos a lo Juana de Arco.
‘El baño del diablo’ habla de la perpetuación de las actitudes que dominan nuestra razón. Un machismo casi inherente a la propia naturaleza del propio ser humano que continuará en nuestra forma de pensar y actuar hasta que muramos, prácticamente sin poder hacer nada. ‘El baño del diablo’ habla de la represión y de la depresión y de la invalidación de estos mismos sentimientos. No creo que pueda categorizarse como una película de terror pero, desde luego, consigue infundir un miedo voraz que deja el cuerpo de los que la ven completamente helado y dispuesto a realizar una profunda reflexión. Maravillosa.