‘Cónclave’: Un drama teñido de humor moderno constante

La nueva película del ganador del Oscar a mejor película internacional en 2022 se presenta como un suspenso psicológico. Sin embargo, desde el primer impacto sonoro que resuena en sus inicios y acompaña el drama a lo largo de los 120 minutos, bien podríamos considerarla un thriller.

Al acceder a los misterios del evento más secreto del mundo —el cónclave— nos sumergimos en el drama, envueltos en el universo de la Iglesia Católica, como si también tuviésemos el objetivo de elegir al próximo Sumo Pontífice. Durante las 72 horas de tensión, los cardenales Bellini (Stanley Tucci), Tedesco (Sergio Castellitto), Trembley (John Lithgow) y Adeyemi (Lucian Msamati) compiten por la candidatura en una lucha digna de una campaña electoral política. Los votos se dividen entre el liberalismo y una visión más tradicional de la Iglesia Católica.

Lawrence (Ralph Fiennes), a cargo del cónclave y protagonista del thriller, se ve obligado, a regañadientes, a investigar a los candidatos para asegurarse de que se elija al correcto. En el corazón de su investigación, la fe y la religión se enfrentan a los verdaderos motivos de cada cardenal. Incluso los representantes más importantes de la Iglesia Católica dudan, no de la existencia de Dios, sino del futuro de la institución. Mientras el liberalismo busca apoyar a las minorías y avanzar frente a las ideas anquilosadas del catolicismo, otros desean retroceder, restaurando incluso el latín para unificar a los cardenales. Entre la tradición y la adaptación, la única solución parece ser el poder. La verdadera batalla reside en ocupar el lugar de quien ostenta ese poder, ya que incluso aquellos que juran vivir sin pecado se ven atraídos, como urracas, por la fuerza sagrada del poder.

Fiennes lidera la tensión dramática en un papel que seguramente lo llevará a recibir reconocimiento en los premios de la Academia. Su personaje, torturado por las dudas sobre su propia fe, actúa con bondad, intentando proceder siempre en beneficio de su misión y acorde a sus creencias. Sin embargo, todos, ya estemos de acuerdo con ellos o no, se comportan según lo que creen justo, demostrando que incluso dentro de la Iglesia, el bien y el mal pueden ser subjetivos.

El guion es de una inteligencia magistral, y muchos de los diálogos ofrecen una reflexión audaz sobre lo que la Iglesia fue o podría llegar a ser. Monólogos que, estamos seguros, jamás se pronunciarían dentro de esas paredes sagradas, pero que impactan, de manera claramente positiva.

Lo más sorprendente de este drama es que está teñido de un humor moderno constante. Cuando la tensión alcanza su punto álgido, vemos a los cardenales fumando, enviando mensajes con sus móviles, blasfemando; a Isabella Rossellini haciendo una reverencia después de destruir la reputación de Trembley; o a Bellini comparando su posible ascenso con el mandato de Nixon. El alivio cómico en ‘Cónclave’ es inesperado, y es lo que convierte a este filme en un éxito casi perfecto.

El último giro de la trama es algo decepcionante; parece agregado para alinearse con temas contemporáneos y acaba siendo un añadido superfluo. Aunque refuerza la idea de que Lawrence es el único capaz de juzgar lo que es «el bien», no aporta nada que no se hubiera entendido ya claramente con el resto de la trama.

En resumen, ‘Cónclave’ es un triunfo, una película que se presenta como dramática pero que alimenta su trama con un intrigante gossip eclesiástico. Nuestra primera película en San Sebastián ha logrado que el público ría y se mantenga al borde de sus asientos.