Ya está disponible en los cines la nueva película de Michael Keaton, dirigida por la joven Haille Meyers-Shyer, una actriz americana hija de los cineastas Nancy Meyers («The Holiday») y Charles Shyer («El padre de mi novia»). Una reseña que corrobora las referencias visuales que ha podido tomar esta directora a la hora organizar la estructura narrativa de esta comedia romántica sencilla pero efectiva.
La historia de Andy Goodrich, un reconocido galerista de arte, dará un giro total e inesperado cuando su actual esposa decide ingresar en un centro de rehabilitación por su propio bien. Andy es una persona exitosa en el trabajo, pero un desastre como padre y en general, como responsable del hogar familiar.



Vive una situación complicada por voluntad propia; tiene dos hijos mellizos con su nuevo matrimonio, pero también cuenta con su hija Grace(Mila Kunis) fruto de una relación pasada. Grace siempre le echa en cara que de pequeña no recibía la atención necesaria de su padre y reivindica esa falta de apoyo por parte de su progenitor; un apoyo que ahora mismo es fundamental debido a que está embarazada y Andy se convertirá en abuelo.
Al final, la cinta cuenta con un ambiente muy genérico y típico de las comedias dramáticas, con una introducción, un planteamiento y un desenlace incuestionables. Puede llegar a pecar por tener cosas muy obvias, pero al final no deja de ser una feel good movie que parte de varios problemas con soluciones sencillas y rápidas. No cuenta con puntos excesivamente tensos y trágicos, pero cuenta con un Michael Keaton espectacular, que aparte de entretener y divertir al espectador, capta mucho la atención del público, focalizando el punto de interés en casi todas las escenas que poseen su presencia.
Los personajes secundarios, en algunos momentos pecan de no estar del todo definidos, convirtiéndose así en personajes posicionales que solo se limitan a rellenar la trama sin aportar mucha información al conjunto de la historia. En el caso de Mila Kunis, se convierte en una participación necesaria, aporta mucha personalidad a la película y tiene la interpretación más verídica de todo el relato.
En definitiva, es una película realizada para la diversión y para observar que los años no pasan por Michael Keaton, un actor que sigue estando en plena forma.


