El descubrimiento de la cineasta georgiana DeaKulumbegashvili en 2020 supuso un pequeño y esclarecedor rayo de luz entre el alboroto, el pánico y la tragedia que la pandemia trajo a nuestras vidas. Llegando de rebote desde un Festival de Cannes recién cancelado, Kulumbegashvili presentó en San Sebastián ‘Beggining’, su ópera prima con la que ganaría la Concha de Oro y los premios a Mejor dirección, Mejor actriz y Mejor guion (lo que viene a ser un torbellino que arrasa con todo a su paso, vaya). Ahora presenta ‘April’, que tras ganar el Premio Especial del Jurado en Venecia llegó a San Sebastián, la que ha sido su casa desde 2020.
‘April’ cuenta la historia de Nina, la mejor de las ginecólogas del hospital en el que trabaja que, un buen día, en un parto con severas complicaciones, sufre la muerte del niño al que estaba ayudando a nacer. A raíz de esto, el padre de la criatura decide denunciarla e iniciar una investigación que pondrá en tela de juicio su trabajo y su profesionalidad. A todo esto se suma el hecho de que Nina, en su tiempo libre, ayuda a realizar abortos a mujeres de los pequeños pueblos que reclaman su ayuda con desesperación.
Esta dicotomía es la que da pie al juego psicológico con el que Kulumbegashvilli atrapa sin ningún tipo de piedad a sus espectadores, trasladando las imágenes a una especie de espacios límites en los que Nina se transforma en una bestia sin cara y sin propósito por el que vivir; o bien nos lleva a campos de flores especialmente luminosos y coloridos. Todo gira en torno a la contradicción interna del personaje. Estos mundos de abstracción no son más que un reflejo de la propia Nina, que mientras ayuda a mujeres a traer a la vida a nuevos seres, a otras les ayuda a no hacerlo. Mientras tanto, Nina ejerce una especie de auto prostitución en la que, carretera mediante, busca con quién mantener relaciones en coches mugrientos y oscuros.
‘April’ nos habla del consentimiento y, sobre todo, de la decisión propia que cada mujer debe poseer sobre su cuerpo. Abortar no es quitar una vida y, por ello mismo, es necesario que aquellas mujeres que no estén preparadas, que vayan a sufrir o que, simplemente, no quieran dar a luz, puedan tener la posibilidad de elegir su propio destino. Exactamente igual es el caso de Nina, quien elige con quién, dónde y en qué condiciones mantener relaciones sexuales y, no por ello, debe ser deshumanizada o denigrada. Sin embargo, ni siquiera la propia Nina es capaz de comprender el funcionamiento de este mundo. Lo que sí que sabe Nina es que cuando realiza estos actos “impuros”, se percibe a sí misma como una bestia, y cuando ayuda a una mujer a no dar a luz, se siente en un campo de flores, pues la definición del bien y el mal viene dada por un contexto imposible de comprender para nuestras mentes minúsculas y rabiosas. Al fin y al cabo, ni si quiera nosotros mismos somos capaces de encauzarnos en el buen camino, pues en realidad no sabemos qué significa tal palabra.
‘April’ no es solo una de las mejores películas del Festival de San Sebastián, sino que es una de las mejores películas del año 2024 y que, de alguna forma, viene a confirmar que Kulumbegashvili está destinada a ser una de las voces principales del cine de autor de las próximas décadas.


